Para nadie es un secreto que Chile es un país muy sísmico. Esto hace que la arquitectura del país tenga especificaciones muy claras. Estas construcciones deben ser capaces de soportar y sobrevivir ante situaciones como terremotos o sismos de gran magnitud.
Esto alimenta la seguridad de la sociedad chilena en cuanto a esta problemática natural muy frecuente en el país. Además, permite la protección de las infraestructuras del país, evitando así desastres de gran magnitud que podrían llevar a una crisis social.
Por otro lado, la presencia de eventos climáticos extremos y de desastres naturales son cada vez más frecuentes. Lo hemos visto con los huracanes devastadores en el Caribe y en la costa de Estados Unidos, los potentes tifones en Filipinas y Japón o los grandes incendios en California, España y Portugal.
¿Qué pasa en el país?
En Chile, eventos climáticos que antes eran esporádicos hoy son habituales como los aluviones en quebradas que antes se mantenían inactivas, los incendios forestales y las sequías extremas.
Los eventos naturales de la tierra no se pueden controlar por ingenieros u otros expertos, pero en lo que sí se puede trabajar es en el manejo de las consecuencias y las mejores alternativas para prevalecer el orden a nivel país, como es el caso del desarrollo de infraestructuras más resistentes.
Este es incluso un requisito planteado por las Naciones Unidas en sus Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) a causa del creciente registro de catástrofes naturales ocurridas en los últimos años y que llaman a la urgencia.
Las empresas dedicadas al desarrollo de infraestructuras siempre están alerta ante situaciones de esta índole. Esto también permite buscar técnicas de construcción más innovadoras y efectivas.
Para lograrlo, utilizan materiales de última generación y de soluciones más resistentes, que permitan aguantar mejor los daños potenciales de situaciones con un gran nivel de destrucción.
Algunos ejemplos
Estos argumentos son validados con la creación de recintos como el Hospital pediátrico Exequiel González Cortés, finalizado a fines del 2017. Este edificio, además de beneficiar a más de 350 niños, es capaz de soportar un terremoto de grado 10 en la escala de Richter, esto porque descansa sobre diversos aisladores con deslizadores sísmicos.
En el año 2010, después del terremoto de 8,8 grados Richter, el gobierno elevó la norma antisísmica de aplicación en estructuras públicas con el fin de hacer que sean capaces de resistir movimientos telúricos que lleguen hasta los 9 grados Richter.
Esta capacidad cambia los paradigmas. Si antes los procedimientos de seguridad exigían evacuar los edificios durante un sismo, ahora sucede lo contrario; piden que permanezcan en su interior.
Las zonas que corren el riesgo de inundación aplican una estrategia que consiste en reforzar los métodos de construcción y de prevención. Un ejemplo claro es el de la tormenta tropical Allison en el año 2001, que derivó a la construcción de diferentes herramientas de ayuda en caso de inundaciones en los hospitales de Texas.
En este sentido, la innovación es el mejor aliado para la construcción de estructuras resilientes y todas las herramientas disponibles en la actualidad permiten la generación de infraestructuras “inteligentes”.